RENACER - de la serie Mi Caminar por Pepón Jover

Morir para renacer

Es necesario morir para renacer. Experimentamos la pequeña muerte cuando llegamos al punto en el que nuestro corazón se ve tan sacudido por la vida, que la presión que sentimos sobre el pecho es tan grande que quisiéramos dejar de vivir. Saltar por el balcón de lo insoportable que se hace este sentir. Morimos cuando nuestro corazón queda aplastado por el dolor, la tristeza y el pesar, y la energía que teníamos para vivir se desvanece como humo en el aire. Morimos cuando la vida que habíamos construido se viene abajo y a nuestro alrededor no quedan más que los escombros de lo que fue. Recuerdos, pertenencias, ilusiones, deseos, apegos, dependencias, fuertes emociones, sentimientos, olores, músicas, sensaciones…

Es tal la sacudida que perdemos la energía para levantarnos por la mañana, deseamos que llegue de nuevo la noche para desconectar del día y la luz que un día brillaba en nuestros ojos queda reducida a tan mínima expresión que somos incapaces de vernos en el espejo. Quedamos sumidos en una oscura noche en donde sólo existe el dolor del corazón, un pasado que sólo se hace presente y un futuro inexistente. La oscura noche del Alma que decía San Juan de la Cruz.

La pequeña muerte

Hay vidas en las que morimos en vida y no renacemos… y hay otras en las que se nos brinda la oportunidad de morir de nuevo para aprender a levantarnos, para seguir adelante pase lo que pase. Morir es un tránsito, un proceso, tanto la pequeña como la gran muerte. Cruzar ese tránsito con conciencia nos permite curar las heridas, recobrar la energía y abrir de nuevo los ojos y el corazón a la vida. La pequeña muerte es como pasar una dura enfermedad que nos deja KO. A medida que la transitamos, recobramos la vitalidad, la fuerza, la ilusión, las ganas de actividad, la paz de corazón y la luz en nuestros ojos. El futuro empieza a dibujarse de nuevo.

Las pequeñas muertes vividas con conciencia nos permiten crecer más que en cualquier otra circunstancia de la vida. Poner atención en la raíz del dolor es adentrarse a una profundidad sin igual en nuestro interior, desde donde experimentar grandes tomas de conciencia con gran potencial de crecimiento y transformación. Llevar el foco de la conciencia a la raíz del dolor ilumina allí donde la oscuridad nublaba el juicio y el desasosiego campaba a sus anchas. Nos brinda la oportunidad de ver y tomar conciencia de las sombras que apresaban nuestra luz. Atender ese doloroso lugar de nuestro corazón, es clave para renacer.

Como toda herida, si la cuidamos, se sana, se cierra, cicatriza y pasa a formar parte de nuestra historia, de nuestro ser.

A medida que los vaivenes del corazón se apaciguan, el agua se aclara y el fondo se hace poco a poco visible. Sólo desde la paz de corazón somos capaces de ver de nuevo. La sacudida que se nos lleva por delante, remueve tanto las aguas que el fondo deja de ser visible, sólo están presentes las emociones de gran intensidad… el miedo, la rabia y la tristeza que impregnan todo nuestro cuerpo y una mente agotadoramente presente, recreándose en los mismos pensamientos una y otra vez. La presión del corazón es de tal intensidad, que las lágrimas brotan de nuestra Alma con sólo la caricia de una suave brisa, con la inocencia de un pensamiento. Si dejamos que las lágrimas recorran nuestras mejillas, permitimos que se libere la tensión y el dolor de nuestro corazón, e iniciemos el camino de la sanación.

Abrirse a la vida de nuevo

Renacemos cuando las aguas se apaciguan, el fondo se hace visible e integramos la experiencia en nuestra conciencia. Es un proceso que lleva tiempo, así como la mente puede ver y comprender con mayor rapidez, la emoción necesita más recorrido para asimilar e integrar la experiencia. Pueden ser semanas, meses o más tiempo… paciencia. Renacer es sentir que la energía de la vida se restablece, surge entonces la creatividad, la energía sexual, la alegría, el ritmo, la ilusión, la confianza… el cuerpo se fortalece y la mente se aquieta. La vida brota y las ganas de seguir experimentando, viviendo y creando emergen suavemente, con más conciencia.

Renacer es como revivir un nuevo proceso de gestación y parto en la oscuridad del vientre materno.

Desde un lugar de mayor humildad, apertura de corazón y sensibilidad, el amor vuelve a florecer. La pequeña muerte, si no nos escapamos, nos lleva a intimar con nuestro corazón, estar más cerca de él, conocerlo, sentirlo y tocarlo como nunca antes lo habríamos hecho si no fuese por esta oportunidad que nos brinda la vida… Cerramos los ojos, respiramos profundamente y sentimos la paz en el pecho de nuevo. La presión que un día nos oprimía queda ahora como un lejano recuerdo. Volvemos a la vida con mayor contacto con nosotros, aprendiendo a amarnos, cuidarnos y  sostenernos de forma más consciente. Posiblemente cambien nuestras prioridades, valores y necesidades vitales. La experiencia de la muerte en vida nos da la oportunidad de estar más en contacto con nuestra ESENCIA.

Una experiencia que permite apreciar más la luz, ya que es de la oscuridad de dónde venimos.

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por Pepón Jover

Psicólogo Transpersonal y Terapeuta Gestalt

Fundador de Círculos Essen

info@circulosessen.es

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