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Pequeñas y grandes muertes

Pequeñas y grandes muertes, propias y ajenas, de esta y otras vidas. Morir es un cambio de plano, es un renacer a un estado más esencial, un descanso del corazón a la intensidad de este mundo, un volver a casa… Que fácil es escribir esto, que poco me cuesta y que difícil y arduo es vivirlo cuando no se ha estado o se recuerda el otro lado… que difícil es transitar la pérdida, la tristeza, el dolor de revivir los recuerdos, los lugares, las pertenencias, el vacío que deja aquel ser querido, la dificultad de seguir adelante sin anclarse en el pasado, seguir viendo bella la vida a pesar del pesar, seguir bailándola…

Son varias ya las pequeñas y grandes muertes, propias y ajenas, de esta y otras vidas a las que me he visto expuesto estos últimos meses. Lo más difícil con lo que me encuentro es el apego declarado a lo amado y la dificultad de dejar ir en libertad, de soltar. Lo más difícil, el aprendizaje del genuino amor más allá del propio vacío, necesidades, dependencias y apegos.

El dolor del adiós

Lo más difícil es la exposición del impacto emocional que deja a aquellos cercanos la marcha de un ser querido, el dolor, la tristeza, la desesperación interna a veces por el desconcierto a la súbita partida. El desconsuelo y la impotencia de ver como poco a poco se marchitan las hojas hasta el desprendimiento de la última, y con ella, la última exhalación de vida, hasta que se seca el tronco y el cuerpo se vuelve ceniza. Doloroso es ver el sufrimiento ajeno, las lágrimas de tristeza cuando alrededor del que ha partido se congregan los seres más queridos, destrozados y vulnerables, necesitados de consuelo, abrazos y amor.

Doloroso es ver como en la despedida de un ser querido, las palabras surgen con dificultad mientras el pecho oprime y las cuerdas vocales a penas vibran para decir el último adiós frente al féretro, ver como tiembla de dolor el Alma a través del cuerpo que apenas se mantiene en pie.

Me quedo profundamente tocado con lágrimas en los ojos, cuando el sentimiento de echar de menos resurge de nuevo, lo único que puedo hacer es dejarme atravesar por el dolor de la pérdida, expresar y continuar avanzando. Tocado me quedo, sensible, abierto de corazón, vulnerable y reflexivo al ver, vivir y experimentar pequeñas y grandes muertes, propias y ajenas, de esta y otras vidas. Siempre encontré en la muerte una clave para vivir la vida, ya que desde ella, la vida cobra un sentido más profundo.

Cuando la muerte me roza, me recuerda que vuelva a enfocarme en lo esencial…

Cuando la muerte me roza, me recuerda que vuelva a enfocarme en lo esencial… y redescubro que lo esencial es el amor, a mí y al otro, el contacto, la amistad, la bondad, el no juicio, el disfrute y el gozo… para retornar a lo trascendente, a casa, con los bolsillos llenos de lo único que podemos pasar al otro lado.

Renacer, reinventarse, revivir…

Pequeñas muertes son las interiores, aquellas en las que morimos en esta misma vida, en las que dejamos atrás una etapa, un modo de ser y hacer, aquellas en las que damos un paso adelante dejando atrás lo conocido para adentrarnos en el oscuro bosque de lo desconocido. El miedo irrumpe ante lo nuevo, frenando el avanzar hacia un nuevo futuro todavía por desplegarse. Pequeñas muertes son aquellas en las que lo que hacíamos deja de tener sentido y surge la necesidad de buscar nuevas formas de ser y hacer, la necesidad de reinventarse. Pequeñas muertes son las que nos traen experiencias extraordinarias que marcan un antes y un después en el curso de nuestra vida y nos conducen inexorablemente a una nueva etapa.

Vida tras vida, el continuo de la conciencia

De vida en vida, de cuerpo en cuerpo, naciendo y renaciendo experimentamos en este mundo ilusorio, ficticio y tan real como que sangramos si nos cortamos, nos ahogamos si dejamos de respirar y sentimos en el encuentro con el otro. La experiencia emocional de esta vida se entremezcla con recuerdos y heridas de otras vidas que intensifican la vivencia de esta, haciendo más fuertes e inexplicables sentimientos, reacciones y sensaciones físicas.

Nuestra experiencia sensorial, emocional y mental no es únicamente de esta, sino del cúmulo de vidas, energías y memorias que el Alma trae consigo para hacerse adulta.

La muerte es tan solo un cambio de vestimenta, un cambio de vehículo para seguir experimentando, evolucionando e integrando ángulos diferentes de posibilidades de vidas y lecciones.

La muerte un tabú

La muerte, un tabú social, sufre de ostracismo tácito consentido porque cuando sale en alguna conversación, rápidamente alguien cambia de tema diciendo, “mejor hablemos de cosas más positivas”… y sin embargo, la vida no tendría sentido sin la muerte, porque la muerte está inexorablemente ligada a la vida. Cuanto sufrimiento podría ahorrarse si la ignorancia social masiva se iluminase con el claro conocimiento metafísico y espiritual de lo que realmente ocurre con la muerte… cuanto miedo y dolor podría ahorrarse. Porque claro que se sabe lo que ocurre, son muchos, miles los seres que clínicamente han muerto o han tenido experiencias que nos cuentan qué pasa al otro lado. Y sin embargo, sólo los que sienten el llamado de buscar, encuentran lo que necesitan saber para aquietar sus corazones de las pérdidas de sus seres queridos o de la suya venidera.

Nuestra cultura es una cultura que le da la espalda a la muerte, y tanto es así que nos vemos indefensos, sin recursos para enfrentarla, la propia como la ajena.

Hacia la esencia

Pequeñas y grandes muertes, propias y ajenas, de esta y otras vidas, prepararse para la gran muerte es uno de los grandes aprendizajes vitales. Vivir para morir mañana nos lleva a cuidar de la paz de nuestro corazón, evitar tener asuntos pendientes, viviendo de tal manera que cuando lleguemos a cerrar los ojos por última vez sintamos que no nos arrepentimos de haber dejado de vivir impulsos vitales, que no nos lamentamos de lo que dejamos de hacer, por miedo o al qué dirán, sino que llegamos sintiéndonos en paz porque conseguimos sernos fieles y no nos perdimos en el otro.

La muerte me enseña el valor de lo intangible, el valor del amor y del encuentro por encima de lo tangible. Es lo único que nos llevamos en los bolsillos cuando pasamos al otro lado.

 

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por Pepón Jover

Psicólogo Transpersonal y Terapeuta Gestalt

Fundador de Círculos Essen

info@circulosessen.es

 

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